Y de pronto ocurre. Lo abro. ¿Qué será?-me pregunto una y otra vez.
Para mi asombro la caja escondía un paquete dentro. Me pongo nerviosa. El paquete es pequeño. Tiene forma de sobre. Con unos tres centímetros de grosor.
Lo apoyo sobre la mesa y me siento a pocos metros detrás.
Diez años-pienso.- Hace diez años ya que no sé nada de él.
Llegué a pensar que estaba muerto. Que habría formado una nueva familia, y que yo habría acabado siendo simplemente un mal recuerdo del pasado.
Pero no. Una llamada de cinco minutos me han bastado para saber que sí. Murió. Pero no fue feliz. Por lo que sé, se fue del país por problemas financieros y estuvo viviendo en Cuba durante varios años.
Acabó suicidándose por motivos que aún desconozco. Pero, se ve que no se olvidó de mí.
De nuevo miro el paquete. Me resulta extraño saber que con mis propios ojos podré comprobar en unos instantes si en definitiva me quiso.
Si al menos uno de los días que completaron aquellos maravillosos 9 años juntos le marcaron de alguna forma.
Bien. Llegó el momento. Despacio, me limito a romper el lazo que envuelve el paquete lentamente hasta que mi impaciencia se intensifica. Y no tardo en destrozar el papel a rallas que escondía aquel regalo misterioso.
De pronto, mis manos empiezan a temblar. Noto como las piernas me dejan de funcionar. Y como las lágrimas de rencor, de odio, de confusión empiezan a caer sobre mis pálidas mejillas. Convirtiéndose en lágrimas de lástima, asombro y recuerdos. Sobretodo recuerdos.
Una a una voy pasando las fotos en las que estoy yo de pequeña con mi padre. Las paso rápidamente a la vez que caen al suelo. Y empiezo a colocarlas una detrás de otra. Intentando hacerlo por orden.
Fechas. No hay fechas.-mi nerviosismo se intensifica.
Año y medio. En casa de la tía Paquita. Yo, sentada en el regazo de mi padre y comiéndome lo que parece ser una tarta de merengue.
Cinco años. No, ésta más a la derecha. Mi bautizo, mi comunión, el viaje a Paris…Una tras otra voy observando las fotos mientras voy colocándolas en el suelo.
Imágenes de cada una de ellas invaden mi mente y sin dejar de llorar se me forma alguna que otra sonrisa.